Raúl-Pérez-Iparra // Dirty – Numb – Angel

Latest

Los placeres oxidados

Porque si pudiera decirte lo que quiero decirte no le pegaría tan duro por la nariz, lunes por la tarde en mundos deshilvanados, pero sigo siendo poco menos que un cocainómano.

 

Mustafa Sandal, llamadas a la oración y afgano del bueno

    Hace apenas un par de días que he regresado de una pequeña ruta por los países árabes, buscando temas, pinchando música, reencontrándome con viejos conocidos, pegándole al éxcel y trapicheando, mercadeando, encadenando burdeles, hoteles malos, despertares en sofás ajenos, un par de broncas, carne de la buena y tal. He localizado algunas bandas de Trip Hop en Líbano que te caes de culo -me permitirán que guarde el secreto de sumario, de momento el beneficio va para Interzona Records-, y luego he podido pasarme por uno de los conciertazos de Mustafá Sandal en Estambul. Mustafá Sandal es uno de mis placeres culpables, algo así como el Alejandro Sanz turco, todo kitsch y todo cutrerío, pero oye, el tipo se porta. Le intenté traer cuando la movida de la expo y, si hubiera tenido un par de semanas más, lo hubiéramos petado en Zaragoza dándolo todo. Siempre que me ve el tipo corre a abrazarme, gritándome algo así como “Ipaaaggaaa, Ipagggaaaa”, y me pega unos abrazos del quince.

    Con Sandal yo tuve una suerte de relación amor/odio a principios de la década pasada, anduve medio liado con una chavala turca que vino a pasar unas semanas y que me taladraba todos los días con sus cds en el coche. Al cruzar la ciudad, la gente nos miraba raro, pero ya me dirán ustedes qué coño pintaba una turca en zaragoza, todo piel y todo labio, con un lunar prominente y unas gafas de sol que parecían las de Abbas Kiarostami. El caso es que, como ocurre siempre, la turca se marchó y yo me quedé por aquí, con los cds manchados de coca y echándola de menos. Y le pille el punto.

     Volver a Interzona ha sido razonablemente agradable. Lady Lizz me ha preparado unos tuppers buenos buenos y me ha dejado un poco de afgano del bueno que trajeron a la ciudad hace un par de semanas. La felicidad es una cosa sencilla. Para este finde pronostican olas de frío y mal rollo cósmico, así que me compraré una manta nueva, una cafetera nueva y algunos vinilos cincuenteros y erosionados para hacer más llevadera la espera.

Big Beat & Lady Lorca


Hoy debería andar jodido con el bajón del puente y tal, pero el retorno a mi pequeño estudio de Interzona me ha permitido reencontrarme con Lady Lorca, parapetada detrás de su personaje comodón y políticamente dedicado a la gestión cultural. Pequeños detalles, pequeños intereses, pequeñas tetas pero un punto de revolucionaria beat anacrónica que, simplemente, mola. Paso ocho horas detrás del puto ordenador -hoy no tenía sesiones, así que me he dedicado al papeleo y al mailing avanzado- escuchando un cd con clásicos del Big Beat que le he grabado a Lady Lizz para ver si se anima de una puta vez a escuchar electrónica de calidad.

El Big Beat lo escuchaba mucho de adolescente, en unas cintas mal grabadas que me pasó el Doctor -ahora que lo pienso, nunca he hablado del Doctor en esta página, y eso que el cabrón de él me citó con nombres y apellidos en su blog- cuando venía de paso por Zaragoza a ver a la familia. Ni el Doctor ni yo ligamos mucho, pero escuchábamos unas cintas cojonudas. Creo que The fat of the land (The Prodigy) fue la primera de ellas, y luego nos enganchamos también a Chemical Brothers, a Underworld y a Orbital. Halcyon and on and on se convirtió en una especie de himno para ambos, y nos lo poníamos a toda ostia cuando subíamos de Monegros destrozados, con la ropa rasgada y el coche lleno de polvo y mierda, moqueando, destrozados, eternos.

Nunca he entendido muy bien por qué el Big Beat pasó de moda. Imagino que se volvió demasiado complejo para un público unicelular con la nariz jodida y el cerebro abrasado de tanto éxtasis malo y tanto MDMA de pega. No quiero decir que el Invaders must die esté mal, ni que el Further no tenga su gracia. Todo lo contrario. Sin embargo, pertenecen a un tiempo ya finiquitado, a otro universo de un nivel menos interesante de nuestra propia piel y nuestra propia experiencia. Son ventanas sucias por las que se filtra algo de nuestro pasado. Quizá ni siquiera lo más interesante.

Por supuesto, Lady Lorca no tiene pinta de haber escuchado ni un sólo tema de Big Beat en su vida. En fin, apenas acaba de pasar los veinte. Qué le vas a pedir a una generación que todavía piensa -jurl- que saldrá inocente de sí misma.


DownTempo (Bajada de éxtasis)

Llevaba algo de tiempo sin meterle al éxtasis. No sabría decirte con precisión, puede que un par de años, quizá alguno más. No es una de mis drogas favoritas. Me provoca demasiado rollo táctil, esa puta manía de ponerme a tocarlo todo: las paredes, los abrigos, las caras, los salpicaderos de los coches, los picaportes.

Ayer me invitaron a pinchar en una pequeña fiesta de amigos, en una variante salvaje que llamamos “el tercer tiempo”. No daré nombres concretos, pero andamos por allí algún redactor de JNSP, productores de la época de Zaragoza que ahora andan haciendo nosequé documentales, un amigo cureta y un par de profesores de distintas universidades. El “tercer tiempo” es el espacio comprendido entre las 6 y las 9 de la mañana, tres horas finales de bajada completa en la que sólo quedan en el salón los que ya saben que no van a follar, los que van demasiado puestos, los que están de bajón y, en fin, la legión habitual de corazones rotos.

A mi me gusta pinchar en el tercer tiempo. Es un momento de calma y destrozo en el que todo está permitido. Aquí van algunos de los temas que puse:

– Björk – New World

– Iron Maiden – Wasted years

– Klaus & Kinski – El rey del Mambo y la Reina de Saba

– The Wave Pictures – Now you are pregnant (en el directo de Radio 3)

– Portishead – Roads.

– Fear Factory – A therapy for pain

– Joy Division – New Dawn Fades

– Matt Elliott – No me acuerdo bien. Sé que puse varias, pero no recuerdo el órden.

– La cabra mecánica – Que te follen

– David Bowie – I´m deranged. O quizá Wild is the wind. O ambas.

– El Chojin – Ríe cuando puedas, llora cuando lo necesites.

Al final de la sesión quedamos sólo o cinco personas en pie. Me despedí con el “You were always on my mind”  de Elvis y nos abrazamos con un gesto sincero de paz, amor y concordia drogadicta. Por supuesto, no follé.

Lady Lorca

Lady Lorca, dulcísima, niña no-sé-si-guapa o no-se-si-fea, empezó a currar con nosotros en el estudio de Interzona hace cosa de dos o tres semanas. Me llamó la atención, así como pizpireta y toda seria con sus 18 años, en modo no-me-juzgues-soy-una-profesional o en modo fantasía libidinosa. Lady Lorca se sienta cerca de mi mesa y siempre escucha el “Omega” de Enrique Morente, con los ojos entrecerrados y la mirada perdida.
Por supuesto, un poquito de google -junto a mi colección habitual de perfiles falsos en las redes sociales, mis pequeños avatares cotillas- me ofrece algo más de información. Tiene fotos con el pelo de otra manera que le quedan como el culo -la foto en la base de datos de la empresa tampoco es para tirar cohetes- pero está en esa edad justa en la que despertar con ella podría ser un pequeño milagro, una pequeña satisfacción. La miro y fantaseo ahora que llevo casi seis días limpio y las erecciones vuelven a funcionar con regularidad.
En el parking me cruzo de nuevo con Lady Tink, que me cuenta nosequéhistoriaquenomeinteresa pero en la que creo atisbar un pequeño fondo de interés romántico y festivo. Me presentó a su novio, que ya no sé si es novio, y resultó ser -vaya sorpresa- un profundo gilipollas.
Vuelvo a casa. Un poquito de Stone Roses (hoy toca, claro) por las carreteras secundarias.
Me gusta Lady Lorca. Me gusta lo suficiente como para dedicarle este post.

Resaca(s) y espiral

Por el cielo, recorren líneas femeninas de cocaína, dulces nínfulas y palpitar de corazones a punto de estallar en mil pedazos. ¿Cómo se regresa a trabajar después de un puente? Los demás admiten normalidad, disimulan, sonríen, son una comunidad altiva y prestigiosa.
Pero me tiemblan las manos y tengo la boca seca.
Va a ser una mañana MUY larga.

Dulce retorno

Al caer la noche, salía al porche a jugar con las luciérnagas. Las dejaba deslizarse a mi alrededor, entonar canciones indescifrables, miradas, espirales, formas arcanas y matemáticas.

Dos meses en una pequeña cabaña no muy lejos de Zaragoza, sin teléfono móvil, sin el mac, sin más ruido que mi propia respiración, dormidinas y tranquimazín para la bajada suave y después, una meseta emocional, desconexión, ausencia.

He amado tanto en los últimos meses. Tenía que escapar de mi propio amor, de los vasos de plástico que simulan ceniceros, de Lady Tink, de volver con el amanecer a sufrir las náuseas y aferrarme a las farolas de Interzona con las manos manchadas de sangre. Hay océanos indescifrables en el odio de los demás, eso lo comprendes cuando te sumerges en las masas para exigir pequeños rudimentos políticos. Creo que un día ví a lo lejos a Luis Asperón dando una conferencia para los chicos del 15m, o así, pero yo andaba con las manos crispadas -de tripi- y me dolía este rincón izquierdo de la caja torácica que amenaza cáncer.

Al caer la noche, ya digo, me quedaba en silencio, fumando un cigarrillo detrás de otro, escuchando el viejo vinilo Shadow/Light de Battiato, dejando que el mundo se deslizara en un acantilado de recuerdos, crisol de rostros, besos, promesas, despedidas, barras de bar, correos escritos a altas horas de la madrugada, todo lo que hubiera resultado más estrepitosamente fácil de otra manera. Pero el río del devenir tiene color de sangre y nos sumergiremos, alegremente, hasta que no quede aire ni lodo ni tiempo ni escalofrío.

Me gustaría jurar(me) que he cambiado, pero mientras tanto, podré revivir en el tiempo en el que parpadeas, sumergirme en otras levedades, afrontar exquisitas traiciones. He amado tanto, pero el amor es una metástasis de rostros y mujeres intercambiables. He amado tanto.

El 15M en un mal viaje

La historia comenzó en una de las plazas de Interzona, en plan buen rollo con los perroflautas de la cosa, gritando antisistema y metiéndome esta mierda que es casi como tranquilizante de perro (quita el casi), prohibido prohibir, y lo que me hubiera gustado mezclar Mayo del 68 con la sólida corteza de un tripi, cuánta exquisitez, popper, pop culture, popper culture y tal. Lady Lizz andaba por otro lado, no sé, con el colectivo de gays, lesbianas y transexuales, o quizá estaba currando, el caso es que me importaba una mierda, y me apetecía ponerme algo de Underworld -Beautiful Burnout- a toda traca, y luego el último de Vetusta Morla, que es un discazo, estar a mi bola entre la gente, sintonizado, en toda esa revolución de cuerpos que sudaban, miradas, sonrisas, coreografías, pancartas, espérate…

…como Gimme Shelter, montones de cuerpos y fango y heces y droga subiendo en altísimas columnas de mármol, piernas de mujeres exquisitas que han decidido desnudarse con cierta elegancia distante, realmente, es, todo aquel momento como la primera vez que hiciste el amor estando enamorado, todo lo que olvidas, todo lo que quieres, una revolución sin cantautores de mierda, sin políticos de mierda, una revolución de reyes lagartos y reinas explosivas, trash, cultura ambient, abierta, popcorn y lolipop, pim, pam, toma lacasitos…

Después todo desaparece.

El suelo desaparece bajo los pies, y la verdad de los sótanos y las catacumbas se manifiesta.

Las catacumbas ideológicas, el horror, la sangre derramada, mirar a los ojos a un tipo con una camiseta con el símbolo de la paz y preguntarle: “¿Qué cojones haces aquí? ¿Qué cojones haces aquí? ¿Quécojoneshacesaquíhacesaquíhacesaquí?”, y mierda, la bajada no sale bien, nada sale bien, la plaza es un pequeño apocalipsis y un tipo empieza a quemar un contenedor (apocalipsis es revelación, rebelación, reverberación), con el susurro del viento atronando en los altavoces, mierda, noto una lágrima que se me escapa y miro toda esa colección de rostros dispuestos a ser defraudados, dispuestos a fracasar, dispuestos a llegar a una cocina llena de mierda con una capa de grasa de un centímetro.

Dolor, política, futuro, delirio, todo cuesta abajo, hasta que decido hacer algo (epifanía), algo puro, algo deslumbrante, algo flamígero que me prenda el pelo, y el sexo, y que en la quemadura pura me reconcilie con mi mismo y mis dos caras, así que lo hago. Cojo una litrona y la dejo caer, con toda mi furia, sobre la peluca de una señora de ochenta años que pasea con su nieto por la manifestación. Después todo es calma, y sangre, y alegría, y karma, y la auténtica política (el aullido, la incredulidad, perderme en la masa con las manos llenas de pelo y trozos de vidrio).

En Interzona siguen saliendo a la calle. Pero yo sé la verdad.

10 canciones para la bso de la autodestrucción mundial (I)

01. David Bowie – Station to Station -> Pero la versión en directo, la que estaba en la banda sonora de “Christiane F.” La del disco no está mal pero le sobra introducción por todas partes.

02. Nine Inch Nails – The day the world went away -> Es un clásico. Me la ponía a toda ostia cuando trabajaba en el estudio y, al cerrar los ojos, se me llenaba el cerebro de semen, mugre, óxido de carbono, nubes negras, cuervos lésbicos y besos negros.

03. Marilyn Manson – Coma White -> También me serviría “Man that you fear”. Ya sé que Manson está pasado de moda y que no le importa un bledo a nadie, pero reconozco que me sigue interesando. Perversiones. Parafilias.

04. Joy Division – Love will tear us apart -> Maravillosa. Puto Ian Curtis, creo que este mundo estaba lleno de cosas demasiado hirientes para un alma tan exquisitamente delicada. A los héroes del siglo XX sólo les queda pegarse un tiro, ahorcarse, ahogarse en su propio vómito. Siempre soñé con follarme a una gótica con esta canción de fondo, pero la verdad es que nunca lo he conseguido. Algún día hablaré de esto.

05. Brain Damage – Pink Floyd -> Cada vez que la escucho en el coche me entran ganas de conseguirlo todo (tu cuerpo, por ejemplo). Creo que la humanidad se podría dividir en dos tipos de personas: los que pueden disfrutar de esta canción (y merecen vivir) y los que no (para los que no hay infierno posible). Esta canción no “se ama”, o no “te gusta”. Simplemente, estás preparado para ella o sobrevuela a kilómetros sobre tí.

Canción de amor para Vera Lynn

La historia es que la ciudad siempre se ha partido en dos mitades. Está la Interzona brillante, la Interzona en la que familias exquisitas sacan a la calle perros hermosos de pelo brillante, Interzona en la que todos los niños tienen una play3 y salen con una sonrisa inmensa en las fotografías, las adolescentes hermosas escuchan canciones de Rihanna y se dejan meter mano a cambio de una cómoda pero culpable pastilla de speed. Y luego está la otra Interzona, la de los callejones oscuros y los animales mutilados que salen en procesión del cubo de la basura para moder una luna en podredumbre perpetua reflejada en un charco. La Interzona en la que los gitanos se organizan en pequeños comandos para acuchillar folclóricamente a los quinceañeros que se pasan de listos, la Interzona del miedo y del botellazo en la cabeza, la Interzona en la que prostitutas como esqueletos te realizan sorprendentes felaciones por, vaya por Dios, otra culpable pastilla de Speed.

Atravieso la ciudad en coche, acelerando, altas horas de la madrugada y un viejo cd de Sepultura -el Chaos A.D., por si les interesa- sonando a toda ostia en el reproductor. Aquí el espacio es un salivazo que se hunde en un océano de tinta y luego emerge de nuevo convertido en una prenda de lujo. No es que la ciudad esté a punto de explotar, es que todo ha implosionado en una rebelión digna de Baudrillard y por los canalones se desliza toda la sangre derramada del mundo.

Tanto rostro cruel, pienso afablemente mientras a mi lado Lady Lizz se busca una vena transitable en el muslo derecho.

– Quita esta mierda y pon a Vera Lynn… – me pide cuando la heroína comienza a hacer su efecto suave, efecto de mar de adormideras y rosas con espinas afiladísimas – …no puedo concentrarme, pon a Vera Lynn… pon “We´ll meet again”…

Lo hago. En los escaparates contemplo mi pequeño vehículo desquiciado como una bala verde, naranja, morada. Lady Lizz canta con su voz desafinada de urraca nocturna e intenta improvisar un gesto seductor con ambas manos. Un gesto seductor para nadie, en realidad. Comprendo que el efecto del eme no tardará demasiado en desaparecer, pero hasta entonces, puedo disfrutar del paisaje de la Otra Interzona, mi Interzona. Esa Interzona en la que niñas rotas -esas niñas que me gustaban tanto en los años de Zaragoza y que supusieron, a la postre, mi autodestrucción final- desaparecen detrás de las ventanas abiertas como ojos en las fachadas de las casas abandonadas para dormir un sueño drogadicto de los justos, Interzona en la que los borrachos orinan con apabullante precisión en los restos de comida que se arrojan por las ventanas de los hermosos edificios de cristal, Interzona de besos canívales, cabinas de peepshow y ángeles esquivos que guardan oscuros secretos.

Y pienso, en otra dirección, que ya hemos perdido la libertad para siempre.